Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. 19 de junio de 2017. Habían
pasado 34 días desde que el magisterio disidente organizado en la Coordinadora
Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), había plantado firmemente su
protesta contra la denominada “reforma educativa” que como con el argumento del
miedo y la violencia trataba de ser impuesta por la administración federal de
unas señaladamente ineptas autoridades federales y estatales en complicidad con
la oligarquía nacional y los intereses financieros extranjeros, cuando la
mañana del 19 de junio de 2016 el pueblo oaxaqueño de Nochixtlán habría de
poner la sangre en una página más del luengo calendario del dolor que los de
arriba imponen a la dignidad de los de abajo.
Con órdenes de tirar a matar a una población civil desarmada
en un bloqueo pacífico, la policía federal y estatal así como la gendarmería
nacional, llegó a Nochixtlán para ratificar su papel de perros de presa al
servicio del poderoso y el bastón sobre el que se apoya el poder para reprimir
la inconformidad e imponer sus proyectos de muerte. Pero hay que decirlo,
policía, militares, paramilitares o cualquiera que tenga el trabajo de teñir de
dolor al pueblo no sólo cumple un trabajo de muerte que se sabe impune, también
participa de cierto gusto del olor a sangre. “¡¡Al de rojo!!, ¡¡al de rojo!!,
¡¡al del letrero!!…. ¡¡Ya cayó el de rojo!!”, celebraron. Desde un lugar con
buena vista, armados y bien protegidos, es decir con todas las ventajas, los
“valientes” policías jugaban a la guerra contra una población desarmada que no
está organizada para la guerra, y celebraban como si ganaran un
“enfrentamiento” en igualdad de circunstancias.
Y sobre esto también cabe la aclaración. Los medios masivos
intencionadamente remarcaban la palabra “enfrentamiento” como un intento de
atenuar la violencia con que actuó la fuerza policíaca. “Enfrentamiento” lo
llamaron, cuando lo que realmente sucedió ahí fue un asalto militar. Incluso,
en la más desquiciada ineptitud de encontrar argumentos y en una declaración de
la extrema estupidez de los altos mandos, el comisionado general de la policía
federal, Enrique F. Galindo Ceballos calificó como “intervención armada” a la
defensa que los pobladores de Nochixtlán hacían del bloqueo carretero que la
policía trató de disipar a sangre y fuego. Una intervención armada, sépalo el
ignaro que despachaba en la oficina de la policía federal, es la intromisión
mediante el uso de la fuerza de un Estado sobre un territorio extranjero y ahí,
hasta donde se sabe, los únicos extraños en Nochixtlán eran los militares -sí,
militares porque aunque con otro nombre y otro color en su ropa, el
entrenamiento y la función es los mismos-, que cumplieron la orden de sembrar
el miedo y la muerte entre la población.
Antes y después de la masacre, Aurelio Nuño quien a un año
de la masacre y pese ser denunciada su intolerancia, falta de diálogo y ser
denunciado como uno de los autores de la operación armada en Nochixtlán, aún
funge como secretario de educación pública no obstante su incapacidad,
inexperiencia y total desconocimiento del sistema educativo mexicano, sólo alcanzó
a emitir declaraciones coherentes sobre el tema como no fueran rodeos y
reiteraciones sobre las “bondades” y los avances de la reforma en los estados
de mayor presencia de la CNTE. Esa falta de argumentos y el uso de la fuerza
por parte del denominado “Sargento Nuño” fue resumida por el Subcomandante
Insurgente Galeano del EZLN como la actitud “de cualquier capataz de la época
porfirista: gritos histéricos, golpes, amenazas, despidos, encarcelamientos.
Los mismos que emplearía cualquier triste y gris aspirante a policía
posmoderno”.
Y no sólo, a la esquizofrenia del secretario de educación la
complementaban la mitomanía del secretario de gobierno, Miguel Ángel Osorio
Chong que en conferencia de prensa afirmó que “la policía no iba armada”, a
pesar de que medios libres habían desnudado la mentira mostrando a policías
disparando en diversos puntos del municipio. Osorio Chong, además de su nefasto
desempeño en la secretaría de gobierno tiene en su haber el cierre de la
Escuela Normal Rural “Luis Villarreal”, conocida como El Mexe, cuando fungía
como gobernador del estado de Hidalgo.
“Oaxaca se ha convertido en tierra de masacrados a punta de
balas utilizadas con saña por la policía federal, estatal y municipal, en
contra de nuestros pueblos quienes resisten a mano limpia”, señalaba con rabia
la Sección 22 de la CNTE. En todo el país, la indignación corría, marchas,
incluso declaraciones y denuncias confusas entre la misma clase política
buscando capitalizar la sangre y rabia popular para sus propios fines.
Hoy, a un año de la masacre donde 8 personas, entre maestros
y habitantes del municipio de Nochixtlán, fueron asesinadas a manos de la
policía, decenas fueron encarceladas y cientos fueron heridos, muchas de ellas
con armas de fuego, el crimen sigue impune. Nochixtlán configura una fecha más
de dolor en la triste historia de este país desgarrado por la avaricia de los
de arriba. Las demandas de justicia, castigo a los culpables materiales e
intelectuales, así como la demanda de la abrogación de la “refoma educativa”
siguen vigentes. Al crimen en Nochixtlán se han sumado otros como el de
Arantepacua en Michoacán donde cuatro pobladores, entre ellos un estudiante del
primer año de bachillerato, fueron asesinados a manos de la policía. Así
también, es notoria una escalada de represión, hostigamiento y asesinatos
contra el movimiento social que se resiste al avance del capitalismo que
convierte en mercancía lo que antes eran derechos humanos y bienes comunes,
ajenos al precio que el capital impone en su lógica de guerra.
Foto: Desde las nubes
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